Carlos Guadián
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Activismo, algoritmos y desinformación

📬 Telegram y el activismo en Bielorrusia

Parece que Telegram está jugando un papel clave en la coordinación de los actos de protesta en Bielorrusia:

«Los manifestantes echaron un vistazo a los mensajes publicados en Telegram, app convertida en la principal fuente de información de Bielorrusia. Telegram no solo transmitía noticias. Estaba orquestando todo el movimiento»

Pero tengamos en cuenta que en las protestas de Bielorrusia no solo Telegram ha tenido el protagonismo. El uso híbrido de lo online y lo analógico proporciona la infraestructura necesaria para llevar a cabo el activismo en contra de Lukashenko. Que se cae Internet, pues a poner carteles en las calles y en las comunidades de vecinos. Que el gobierno prohíbe la bandera blanca, roja y blanca pues no hay problema, ya sea con unas sillas de esos colores o con ropa tendida la han reproducido por todas partes


🕵🏼 Desinformación

Parece que la desinformación es sinónimo de Internet, de Redes Sociales y que dónde antes teníamos una fuente de información universal, ahora tenemos el peor de los agujeros en cuanto a información errónea.


¿Pero de qué depende la difusión de la desinformación? 

En muchos casos depende de la susceptibilidad del usuario a ser “infectado” y esto depende principalmente de su juicio crítico y a su capacidad de comprobar la veracidad o no de una información. Como dice Enrique Dans:

«Si el aprendizaje de la verificación, el fact-checking y la aplicación del juicio crítico no se lleva a cabo de manera formalizada como parte del proceso educativo, su implantación termina siendo desigual, irregular y voluntarista»


¿Para qué se utiliza la desinformación?

El objetivo en muchos casos es crear confusión social con intereses políticos o económicos. Hemos visto muchos ejemplos en el pasado y actualmente no podemos dejar de asombrarnos por todas las teorías negacionistas, antivacunas o conspiraonicas relativas a QAnon que invaden ciertos foros de debate con el propósito de influenciar en la agenda política o incluso con el objetivo de anular el voto de grupos indecisos.  La supresión del voto activo es una estrategia más de la cara oculta de muchas campañas electorales.

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El problema no es sólo la intencionalidad y los contenidos. El problema también radica en las propias RRSS y sus algoritmos. Algunos dicen que las RRSS son buenas para la democracia, pero cuando sus algoritmos están pensados para desinformar, confundir y polarizar a sus usuarios esto no es cierto.


¿Cuál es el remedio?

Hay organizaciones, administraciones, legisladores preocupados por la desinformación, pero en ocasiones las medidas propuestas no son precisamente las más adecuadas. Esta semana pudimos leer esta reflexión publicada en XNet:

«No, Internet no es la única fuente de desinformación y limitar la libertad de expresión no es la solución»

Y es cierto, desinformación ha habido siempre. Desde la antigüedad difundir información falsa ha sido una de las estrategias clave. El problema es que ahora con Internet a un clic y con un acceso casi universal desde ese aparato que todos llevamos en el bolsillo, la difusión de la información es mucho más virulenta.

Las RRSS están pensadas para reafirmar el sesgo de confirmación y recluirnos en una burbuja. Pero podemos llevar a cabo algunas acciones para pincharla. Ampliar nuestras fuentes de información, relacionarnos con usuarios que no sean iguales a nosotros (romper con la homofilia) o darle like a todo aquello que se nos ponga delante son algunas de las cosas que podemos hacer.

Pero ¿podemos hacer que los algoritmos combatan el sesgo en lugar de profundizar en él? No dejéis de leer este interesante artículo de Tobias Baer en Behavioral Sientist.

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