A raíz de la globalización, las formas de expresión cultural se han desvinculado cada vez más de sus lugares de origen, circulando en un hiperdominio de la cultura en el que ya no existe una diferencia real entre lo autóctono y lo extranjero, lo cercano y lo lejano, lo familiar y lo exótico.

Los contenidos culturales heterogéneos se juntan uno al lado del otro, como la comida de fusión, que utiliza libremente todo lo que ofrece el fondo hipercultural de especias, ingredientes y formas de preparar la comida.

La cultura se desborda, se desborda, se desborda: es una hipercultura. Es una cultura profundamente rizomática, de intensa hibridación, fusión y coapropiación. Hoy en día todos nos hemos convertido en turistas hiperculturales, incluso en nuestra “propia” cultura, a la que ya ni siquiera pertenecemos. Los turistas hiperculturales viajan por el hiperespacio de los acontecimientos, un espacio de turismo cultural. Experimentan la cultura como un cul-tour.

Basándose en pensadores que van desde Hegel y Heidegger hasta Bauman y Homi Bhabha para examinar las características de nuestra hipercultura contemporánea, Han plantea la siguiente pregunta: ¿debemos acoger al ser humano del futuro como el turista hipercultural, sonriendo serenamente, o debemos aspirar a una forma diferente de estar en el mundo?