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Vigilancia digital: cómo la seguridad se convierte en espectador de nuestra intimidad

Vigilancia digital: cómo la seguridad se convierte en espectador de nuestra intimidad

A raíz de la pandemia, la vigilancia en las aulas garantizó la seguridad quitando privacidad. En algunos países como China, los estudiantes han crecido aceptando la vigilancia digital constante del gobierno en un mundo donde todo lo que hacen se graba. Es todo lo que han conocido, y no lo cuestionarán. La vigilancia digital llegó para quedarse.

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Pocas personas tienen la paciencia de leer el aviso de privacidad de una web. Así que, ¿cómo puede una ciudad hacerles saber cómo están siendo vigilados? Las ciudades se enfrentan al reto de informar de los sensores, cámaras y otras tecnologías que usa.

El Reconocimiento Facial se utiliza cada vez más en muchos países del mundo. Pero, ¿cómo afecta la observación constante a los ciudadanos que se supone que debe proteger de los criminales? Es fácil imaginar que la videovigilancia cambiará el comportamiento de la gente. Parece que el aumento de la vigilancia digital de las personas es positivo para la sociedad en su conjunto, siempre y cuando se sigan estrictamente unas normas de privacidad.

Se ha descubierto en varios experimentos que el ser observado cambia no solo lo que la gente hace, sino también cómo piensa. Cuando las personas saben que son observadas, se ven a sí mismas a través de los ojos del observador (o a través de la lente de una cámara). Al adoptar la perspectiva del observador, además de su propia perspectiva, las personas se perciben a sí mismas como si estuvieran bajo una lupa. Como resultado, las acciones observadas de la gente se sienten magnificadas. A medida que la videovigilancia se hace más frecuente, se empiezan a entender algunas de las consecuencias psicológicas que provoca. La magnificación y la culpa pueden persistir, incluso después de que la cinta de la cámara haya sido borrada.

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Para acabar, una curiosidad. Lo que empezó siendo un intento para facilitar el desbloqueo de sus móviles a los que llevan mascarilla (por el coronavirus, por supuesto), se ha convertido en una herramienta más en la lucha contra el capitalismo de vigilancia. La ofuscación, una vez más, se convierte en una de las mejores opciones para desdibujar nuestro rastro digital.

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