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¿Qué ha quedado de la sociedad sin contacto de la Covid-19?

¿Qué ha quedado de la sociedad sin contacto de la Covid-19?

Cuando llegó la pandemia en 2020 puso el mundo patas arriba. Se tuvo que improvisar y definir nuevos modelos de comportamiento para evitar que el desastre de una enfermedad global fuera más grande de lo que fue. Y si hasta ese momento la tecnología ya había puesto su grano de arena para el aislamiento social voluntario, con el coronavirus puso las bases para una sociedad sin contacto en lo físico.

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Un breve repaso a la sociedad sin contacto obligada de la Covid-19

En China, origen del brote y con un gobierno autoritario, no tardó en despuntar que el Big Data vigilaba y vigilaba a la población china. Por supuesto, recurrieron a él para contener el coronavirus. Se optaron por restringir viajes, cerrar fronteras y poner en pausa libertades. El ejército tomó los mandos y el ciudadano vivió recluido esperando la vacuna definitiva.

En Corea se sumaron al uso de aplicaciones para intentar controlar la propagación de la pandemia, aunque lo hacía de manera diferente, no con apps de vigilancia masiva. Pusieron en marcha Corona 100m, una app que le indicaba al usuario si había estado en un sitio en el que también hubiera estado un infectado de coronavirus.

Otra app que se puso en marcha, en ese momento, para intentar controlar la propagación, fue la que el gobierno japonés implementó para dar consejos médicos. Cómo veis los enfoques eran muy diferentes dependiendo del país.

Por cierto, el código de Salud de Alipay además de decidir en tiempo real si alguien planteaba un riesgo de contagio. También compartía información con la policía, estableciendo un modelo para el control social automatizado que podía persistir después de que la epidemia remitiera.

Sociedad sin contacto
Photo by Ashutosh Jaiswal from Pexels

Primeros cambios

Robotización, sociedad sin contacto, trabajar en remoto… Cambios que empezaron a incorporarse en una sociedad amenazada por el coronavirus.  Una consecuencia fue el incremento de los servicios de delivery. Si la infección se alargaba, podía significar que los ricos se refugiaran sanos y salvos, mientras que los pobres anduvieran por las calles, arriesgándose por un dinero mínimo.

Otro efecto y en este caso positivo fue la reducción de la contaminación en China desde que estalló la crisis sanitaria… Fue un primer consuelo con aquello de que no hay mal, que por bien no venga. Lo que quedó de manifiesto para los trabajadores de la Gig Economy es que eran ellos los que tenían que hacer frente a un riesgo como el contagio y además lo hacían sin una red social que los protegiera.  Por ejemplo, los conductores se sentían abandonados por Uber y Lyft. La falta de comunicación y el método de Uber para enfrentar a Covid-19 no les inspiraba confianza.

Los cambios venían de muchos frentes y en esa ocasión cómo en otras quién no corre vuela. El cambio de producto y reorientar la producción demostró agilidad y capacidad de adaptación al entorno.

¿Una sociedad sin contacto?

Avanzábamos hacia una sociedad sin contacto. Estaba cambiando incluso la manera en la que decíamos hola. «El Ministro del Interior alemán decidió no estrechar la mano de la Canciller Angela Merkel debido al brote de coronavirus»

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El trabajo en remoto se estaba consolidando, al menos temporalmente. Sobre todo las Tech recomendaban a sus empleados que trabajaran desde casa. Y no solo ellas, multitud de empresas en el primer momento pospandemia siguieron optando por el teletrabajo, aunque como vamos a ver es una situación que ha cambiado bastante.

Otro ámbito que se sometió a una prueba de estrés por el coronavirus fue la educación a distancia. Italia cerró escuelas y universidades, en China también eran centenares de centros educativos que estaban cerrados. Tendencia que al final llegó al resto del mundo. En lo más duro de la pandemia y durante muchos meses, estos cambios estuvieron presentes.

Trabajo en remoto, estudios en remoto, aumento de una sociedad sin contacto hasta que llegaron las vacunas y una nueva explosión de socialización invadió la sociedad provocando unas cuantas olas de nuevos contagios.

¿Qué ha quedado de todo aquello?

Las empresas han empezado a abandonar el trabajo en remoto y aunque no se ha vuelto a los niveles de presencialidad de tiempos prepandemia, todo parece indicar que muchas compañías quieren volver a ellos. Esto está suponiendo que muchas personas trabajadoras tengan conflictos con sus empleadores por este motivo. Lo que se suponía que podía ser una gran mejora en las condiciones de trabajo al reducir las horas de transporte y aumentar la conciliación familiar, deja de ser un aliciente para ofrecer a los trabajadores. Este cambio de tendencia se debe a argumentos como que la productividad se ve resentida por la no presencialidad, pero uno de los elementos que han influido con fuerza ha sido la presión inmobiliaria que han sufrido las empresas. Algunas se han adaptado y ya han establecido un porcentaje de teletrabajo y cambiado sus oficinas a escritorios calientes, pero otras aún se resisten a perder dinero en inversiones realizadas para concentrar su fuerza de trabajo en un espacio físico.

El aumento del pago sin contacto ha sido otra de las cosas que se han quedado. El dinero en efectivo se ha quedado en muchos casos como algo testimonial y las tarjetas y el uso del móvil para pagar ya es algo más que habitual, en muchos casos, obligado, sobre todo en autoservicios. Algunos evidentemente asocian esta tendencia a un mayor control de la población por los gobiernos, otros a un mayor control de flujos de dinero negro. Como veis hay opiniones para todos los gustos.

El aumento de la virtualidad, impulsada por decisiones empresariales como el metaverso abandonado de Zuckerberg, sus posteriores Meta Quest, o las Apple Vision Pro, parece estar consolidando una sociedad aún más distante y aislada. Estas nuevas tecnologías pueden estar sustituyendo las interacciones físicas por experiencias virtuales, lo que podría resultar en una mayor alienación y desconexión social. Además, el uso de redes sociales como Instagram, TikTok u otras plataformas llevan tiempo contribuyendo a esta tendencia al fomentar relaciones superficiales y centradas en la imagen, en lugar de conexiones significativas y profundas.

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