Un futuro que necesita volver al pasado
Imaginar un futuro en el que la logística deje de funcionar. Dónde la escasez de chips obligue a dejar de fabricar casi toda la electrónica de consumo. Dónde un ataque informático deje fuera de servicio ese sustento digital para nuestro día a día.
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La escasez de productos debido a la falta de suministros es un hecho. Muchos ya avisan de la crisis que viene, del encarecimiento de los productos básicos y como va a repercutir en el empleo y sobre todo en la economía.
Hoy en día ya es complicado poder comprar determinados productos como coches o electrónica de consumo. Hay incluso meses de espera debido a la falta de semiconductores. Los chips, ese oscuro objeto del deseo, juegan un papel geo estratégico y no son solo las empresas, los países ya se posicionan para poder tener una cierta autonomía en su obtención.
Si además le sumamos una tendencia a acaparar productos debido al encarecimiento del transporte logístico y a que todo lo que provenía de países asiáticos empieza a ser suministrado con cuentagotas tenemos una combinación perfecta para el encarecimiento de muchos productos. Ah, y no dejemos de lado el encarecimiento de las fuentes de energía que también añaden su granito de arena a todo esto.
Si además sumamos la dependencia digital que tenemos, tanto a nivel personal, como social y empresarial podemos llegar a vernos en situaciones que nos obliguen a volver la cabeza al pasado y meditar si realmente necesitamos lo que decimos necesitar.
Yo soy el primero que sin Internet y sin mi ordenador y teléfono móvil me vería sin saber que hacer en el ámbito profesional. Fijaros lo que está pasando con la Universidad Autónoma de Barcelona. Recuperarse del ataque de ransomware parece que ya no va a ser cosa de unos días, sino de algo más. Un ataque que como el del SEPE seguramente sea un rinoceronte gris. Por lo tanto, de momento ha dejado paralizado un campus universitario con todo lo que eso conlleva. Que profesores y alumnos tengan que volver a gestionar sus clases y actividades con medios más off line, más analógicos.
¿Y si Internet dejara de existir? Bufff. Sin Google, sin Netflix, sin mail, sin maps, sin… Tantas y tantas cosas que utilizamos diariamente. Nos obligaría a reinventarnos completamente. El impacto económico sería brutal y seguramente entraríamos en una crisis sin precedentes. Internet es algo que tenemos tan asumido que ni siquiera pensamos en la posibilidad de no tener acceso. Imaginar, por lo tanto, también el impacto psicológico en la sociedad. Todas esas horas que pasamos delante de la pantalla nos haría cambiar por completo nuestra percepción de nuestra realidad. ¿Has pensado sobre ello?
¿Y si no tuviéramos esos chips que hacen funcionar casi todo lo que tenemos a nuestro alrededor? Seguramente tendríamos que volver a utilizar aparatos menos sofisticados, dejar de un lado la electrónica y volver a la mecánica. Imaginar por un momento volver a tener un coche en el que levantar el capó no suponga que tengas que tener una licenciatura en ingeniería para poder hacer una reparación sencilla. Tener que volver a utilizar un exprimidor manual por las mañanas o sencillamente no depender de un robot aspirador para tener limpia la casa.
¿Y si no tuviéramos a nuestro alcance suministros y productos fabricados a miles de kilómetros de distancia? Pues de la misma manera que debemos tener un consumo más responsable, volveríamos a un consumo más de kilómetro cero. Lo ideal sería que como con muchos restaurantes, también tuviéramos un consumo más slow, más meditado, más cercano.
Volver al pasado es el futuro
Me da la impresión que la naturaleza nos empuja a autorregularnos, que nuestra manera de ser nos dice que paremos un momento y que pensemos en todo lo que estamos haciendo. Parece que esa crisis que se avecina, como las que ya hemos tenido nos dan la opción de volver la cabeza al pasado para ver que en algunos aspectos, es el futuro.
Espero y deseo no llegar a ver situaciones postapocalípticas como las de Revolution (un mundo sin electricidad), pero lo que sí que temo es que necesitamos parar y meditar para que todo sea sostenible. No quiero dejar de tener Internet, ni ordenadores, ni móviles, ni coches… Pero quizá no haga falta que tengan que cambiarse cada dos o tres años (en el mejor de los casos). Cosas como la obsolescencia programada nos abocan a un consumismo vorágine que por sí mismo nos va a obligar a un mejor autoconsumo si queremos mantener lo que hay.