Desconexión digital ¿Es posible?
Desconexión digital ¿Podemos abandonar Google o incluso Internet? ¿Somos capaces de desconectar? ¿Y de hacer política sin Internet?
CluPad es una publicación que cuenta con el respaldo de los lectores. Para recibir nuevos posts y apoyar mi trabajo, considera convertirte en un suscriptor gratis o de pago.
El mayor valor que tienen hoy en día la mayor parte de plataformas y servicios en Internet es el volumen de usuarios que tienen. Los llamados “network effects” son los que amplifican los beneficios tanto para los usuarios ya existentes en una red, como para los que llegan de nuevo.
Además, existe otro componente muy importante, la homofilia. Todos tendemos a juntarnos con aquellos que son similares a nosotros, por lo que si nuestro círculo, nuestra red de relaciones utiliza unos determinados servicios, acabaremos utilizándolos tarde o temprano.
No queremos quedarnos descolgados, queremos sentirnos integrados. Por lo que si un servicio o plataforma empieza a ser adoptada de manera masiva por nuestros conocidos, amigos, familiares y compañeros de trabajo, raro será que no acabemos utilizando dicho servicio o plataforma.
El problema es que una vez gozamos de esos beneficios es muy difícil renunciar a ellos, aunque seamos conscientes del precio que debamos pagar por ello. Privacidad y seguridad son dos pagos clásicos a los que ya estamos acostumbrados para obtener unos servicios.
Cedemos nuestros datos y ponemos nuestra seguridad en manos de grandes corporaciones a cambio de estar conectados. La tecnopolítica nos condiciona incluso sin saberlo.
Desconexión digital ¿Es posible?
¿Quién estaría dispuesto a renunciar a WhatsApp o a Google? Experiencias ya ha habido y pueden llegar a suponer una sucesión interminable de pruebas para poder desconectarse y acceder a esa desconexión digital tan deseada en ocasiones.
Podéis leer el tutorial de Laura Olmo para abandonar Google o la experiencia descrita en Xataka por Enrique Pérez de abandonar los servicios de Google en su teléfono Android. Desde luego, si queréis estar tranquilos tecnológicamente hablando, no son experiencias deseables.
Otra lectura interesante es la experiencia de Ramón Peco y su experiencia de dejar de utilizar WhatsApp durante un mes. Respecto de esta plataforma de mensajería, pensar en lo que supondría dejar de tener ese icono verde en vuestra pantalla sin una sucesión constante de notificaciones.
Si dejarais de utilizar WhatsApp, sencillamente os quedaríais incomunicados en muchos ámbitos.
Incomunicados en lo laboral (aunque para este sí que hay alternativas reales), o en otros ámbitos como el poder tener contacto con el grupo de básquet de tu hijo y estar informado de cuándo y dónde se queda para ir al próximo partido, o no estar al corriente de lo que se habla y se decide en la AMPA del colegio.
No nos olvidemos de #LeaveFacebook, un movimiento en el que se aboga por dejar la popular red social. Motivos nos han dado más de uno. Los escándalos relacionados con una mala gestión de la privacidad de los datos de los usuarios es casi una constante. Y aún hay más, incluso hay estudios que determinan que dejar de utilizar Facebook puede suponer que la persona tenga un estado de ánimo más feliz.
Pero dejar Facebook tiene un precio. Unos lo valoran en 1000 $ y otros lo valoran en comodidad y conectividad. Si nos planteamos a cuantos sitios nos hemos logueado utilizando el Open ID de Facebook, puede que sí que nos echemos atrás. O sencillamente con la cantidad de gente con la que gracias a Facebook estamos conectados.
Excompañeros del colegio que no veíamos hace años, familiares con los que habíamos perdido el contacto son algunos de los contactos que gracias a esta red social es posible que hayas recuperado y que también últimamente hayas vuelto a perder debido a que han dejado de utilizar el buque insignia de Meta.
Podríamos tener alternativas en la Deep Web, pero las opciones de movimiento y de conexión son mucho más limitadas, aunque eso sí, mucho más seguras y privadas. Moverse a través de la red onion con Tor no es fácil. No hay un Google que nos guíe y nos dé respuestas. Es un sitio en el que el extra en seguridad y privacidad supone impedimentos para poder navegar con una cierta soltura.
A nivel de usuario la prueba definitiva es dejar internet. A esta experiencia, mejor dicho, a estas personas que han dejado de utilizar Internet les llaman ex-conectados. La principal motivación para estos ex usuarios es liberarse de su adicción a la conexión permanente, dejar de ser esclavos 2.0.
Un material interesante si os apetece saber más sobre la Desconexión digital, al menos en parte, es el decálogo Digital Detox que Antoni Gutiérrez-Rubí tiene publicado en su canal de Telegram.
La Desconexión digital ya es un derecho en muchos países.
No debemos olvidar otros motivos que nos hacen difícil una vida sin conexión. Las patologías que se manifiestan a raíz de determinadas fobias o adicciones provocan usos intensivos de los dispositivos y que modifiquemos nuestro comportamiento por culpa de ello. La nomofobia, el miedo a dejarse el móvil, o la FOMO (Fear Of Missing Out) son dos de las patologías más comunes.
¿Es posible hacer política sin Internet?
¿Será posible que los partidos políticos no utilicen Google para anunciarse en campaña? Hace ya unos años, en Israel, por ley Google, no se permitieron anuncios de carácter político hasta pasadas las elecciones.
Esta limitación no supuso que se deje de hacer política en la red durante una campaña electoral. Es más, seguro que encontrarán la manera de saltársela sin ningún problema. Viene a ser un anacronismo más como el hecho que en España no se puedan publicar sondeos de opinión los días antes de unas elecciones, ni que los partidos puedan pedir el voto durante la jornada de reflexión.
También empezamos a ver limitaciones cómo que en Europa, tanto en Google como en Facebook, los anunciantes de campañas políticas se tienen que identificar. Pero a fin y a cuentas, esto no supone una seria limitación a la actividad política en la red. Aunque poco a poco todas las plataformas y más con la llegada de la Inteligencia Artificial han ido limitando la actividad política para evitar manipulación y desinformación.
En España concretamente, la última modificación legislativa de la LOPD, concretamente en su artículo 58 bis que modifica la regulación de propaganda electoral va en la dirección totalmente contraria, permitiendo el perfilado ideológico de facto y la propaganda electoral sin una aprobación previa por parte del usuario.
Nos encontramos, por lo tanto, con tendencias opuestas. Pero lo que sí que es cierto, es que hoy en día sería muy difícil encontrar un partido con representación política que no utilice Internet. No olvidemos Cambridge Analytica y su microsegmentación en Facebook, y el aumento continuado que año tras año hacen los partidos en sus partidas de campañas de publicidad en Internet. También hay que pensar en el uso intensivo que hacen sus activistas de redes sociales y del dark social (WhatsApp, Telegram, Instagram y Facebook Messenger).
No se entendería hoy en día el ascenso de partidos como Vox o el triunfo de Trump sin Internet.
¿Podemos dejar sin internet un país?
Si subimos un escalón y vamos a un ámbito internacional, vemos que Rusia prepara su propia Internet y que su desconexión digital de la red está próxima. Los argumentos que aducen son por temas de seguridad. Ante un ciberataque, poder desconectarse de Internet, tener un sistema de desconexión digital, les aseguraría una excelente protección. Pero aquí surgen dudas respecto de las intenciones.
En primer lugar, podemos pensar que puede ser una estrategia orientada a poder controlar de manera férrea todo lo que se mueve dentro de su red, algo parecido al gran Firewall Chino o a la red de Corea del Norte.
Por otro lado, tener una red autónoma de Internet también puede suponer un posicionamiento defensivo en el caso, no de un ataque contra Rusia, sino contra Internet. Una caída de la red de redes podría suponer el colapso a nivel internacional en muchos aspectos, y poder seguir operando daría una ventaja competitiva a quien disponga de una red operativa.
Pero los motivos para dejar sin Internet a un país pueden ser mucho más banales, como por ejemplo el cierre de conexión de Argelia para evitar que sus alumnos copien en los exámenes, o tener motivaciones represivas como el cierre que propició Egipto en 2011 a raíz de las protestas por la primavera árabe.
La facilidad del cierre de Internet, de la desconexión digital, según un estudio de Renesys depende directamente del número de operadoras que facilitan el acceso en el país en cuestión.
Y el caso es que parece que es bastante más habitual de lo que podría pensarse. India ha protagonizado 156 de estos apagones desde enero de 2016 hasta mayo de 2018. En el continente africano durante el 2018 hubo un total de 21 de la mano de Etiopía, Todo, Sierra Leona o Sudan, entre otros.
Pero realmente deberíamos preguntarnos si la ciudadanía de un país estaría dispuesta a renunciar a estar conectados. Incluso con filtros como en China, la mayoría de ciudadanos prefieren una conexión limitada, que ninguna. En este caso, la desconexión digital no es bienvenida al ser una imposición.