El principio de Hanlon ¿Maldad o estupidez?
El principio de Hanlon, también conocido como la navaja de Hanlon es un principio o regla empírica que establece: «Nunca atribuyas a la maldad lo que se explica adecuadamente por la estupidez». Conocido en varias otras formas, es una navaja filosófica que sugiere una forma de eliminar explicaciones poco probables para el comportamiento humano.
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- Este principio filosófico busca catalogar de ignorantes los comportamientos o comentarios que podrían parecer perversos.
- El principio de Hanlon es un principio heurístico que sugiere que las acciones y comportamientos humanos que parecen maliciosos o intencionales a menudo pueden ser atribuidos a la incompetencia o falta de conocimiento, en lugar de a la malicia deliberada.
- Robert Hanlon es un escritor americano que satiriza situaciones cotidianas y a quien se atribuye este epigrama de alto contenido filosófico.
En el colegio, en el trabajo, en política y en tantas y tantas situaciones que no acabaríamos nunca, podemos aplicar el principio de Hanlon. Cuantas veces hemos oído eso de “me tiene manía” o aquello otro de “va a malas”. Muchas, ¿verdad? Pues bien, la mayoría de las veces no hay maldad, hay estupidez (torpeza notable en comprender y hacer las cosas).
El principio de Hanlon y la política
Muchos políticos, en ocasiones, sacan adelante leyes que podemos decir que no son beneficiosas para el conjunto de la sociedad y el primer pensamiento que tenemos es que han actuado con maldad. Pero la realidad suele ser otra. Esos políticos, que están donde están gracias a un sistema de listas cerradas, suelen acabar legislando sobre temas que no tienen ni idea y dependen completamente de las indicaciones que les da su partido. Por lo tanto, no lo hacen a malas, lo hacen por ignorancia.
Ni que decir tiene que en aquellos que ostentan el poder, la gestión de los asuntos públicos tampoco están exentos del principio de Hanlon. Actuar por orgullo, por ignorancia o por intereses que no son precisamente los del bien común también han sido y son el motor político de muchos gobiernos.
Pero este principio no solo se manifiesta en nuestros representantes políticos. Cuando confrontamos ideas con otras personas, sobre todo con aquellas que tienden a los extremos y que no suelen atender a razones, deberíamos aplicar el principio de Hanlon y no verlos como personas que actúan con maldad, sino por ignorancia o estupidez. Aquí entran en juego la desinformación y las burbujas en las que cada uno nos sumergimos, cuanto más dentro estemos, seguramente más nos verán como malvados los de enfrente y viceversa.
El principio de Hanlon y el trabajo
En el ámbito del trabajo también podemos aplicar el principio de Hanlon. En muchas ocasiones las decisiones de un responsable no tienen en cuenta toda la información y pueden provocar susceptibilidades.
Que no te hayan convocado a una reunión determinada, que se deje de lado un proyecto que era iniciativa tuya o que le den el ascenso a tu compañero cuando consideras que tú te lo mereces más, son situaciones en las que tener un punto de vista con más perspectiva nos ayudará a entender esas decisiones.
El principio de Hanlon y la comunicación
En comunicación, ser conscientes de este principio es beneficioso. Si en lugar de pensar que la otra persona ha actuado a malas y cerrarnos en banda, pensamos que el problema de ese comportamiento es otro, seguramente lograremos resolver multitud de situaciones sin tantos malentendidos.
¿Cuántas veces tenemos que hacer frente a situaciones que no sabemos gestionar? Una noticia inesperada por parte de alguien o sencillamente algún aspecto emocional con el que no sabemos tratar puede generar en nosotros una reacción impropia. Una reacción que visto desde el otro lado puede llegar a dar que suponer en que no solo tenemos poco tacto, sino que además hemos ido a meter el dedo en la llaga. Por lo tanto, una cosa es la realidad y otra muy distinta la percepción que podamos tener de ella.
A la hora de valorar una actitud hacia nosotros, tengamos en cuenta que es posible que esa persona pueda estar distraída, que no sepa gestionar adecuadamente una situación, que tenga un malentendido, que esté estresada o que sencillamente esté hambrienta. No necesariamente la razón de comportamiento es que no le gustemos.
Sesgos y el principio de Hanlon
Lo primero que debemos hacer es confirmar el sesgo a la hora de juzgar a los demás.
Tendemos a juzgar a los demás por sus acciones sin tener en cuenta las circunstancias que lo han condicionado. Este error de atribución suele causar negatividad, poder detectarlo y buscar otras causas a la decisión de un amigo, jefe o político puede ayudarnos a tomar mejores decisiones.
El sesgo de confirmación es otro aspecto a combatir y el principio de Hanlon puede ayudarnos a hacerlo. Si creemos que hay mala fe en la decisión, por ejemplo, de nuestro jefe, buscaremos cualquier cosa que desde un punto de vista muy subjetivo confirme nuestras sospechas. Debemos evitar esa búsqueda de la confirmación sesgada, sobre todo si dejamos de lado otras evidencias que no confirmen nuestras sospechas.
Por último, el sesgo de disponibilidad también nos afecta a la hora de juzgar a los demás. Por vagancia mental solemos utilizar los últimos datos disponibles en lugar de intentar recordar todo lo anterior. En política, concretamente en campañas electorales, la mayor parte de los resultados se juegan basándose en lo último hecho por un partido y no en toda su trayectoria, de ahí que la fiebre de las inauguraciones haya tenido que ser regulada. Una regulación para evitar que lo último hecho en política sea lo que recordemos a la hora de decidir quien nos gobernará el siguiente período legislativo.