Profecías autocumplidas o el efecto Pigmalión en política
Una profecía autocumplida o autorrealizada es una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad. Es decir, decir que se va a producir algo, desencadena una serie de acontecimientos que llevan a hacer realidad aquello que se ha dicho que iba a ocurrir.
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Por ejemplo, ¿cuántas veces se cae un niño porque alguien le dice que se va a caer? O qué pasa cuándo ante un examen uno piensa que no va a aprobar y ante tal situación decide que ya no vale la piensa ponerse a estudiar. Ejemplos tenemos muchos y podríamos hacer una lista larga de profecías autocumplidas que se producen a diario en nuestras vidas.
Las profecías autocumplidas las podemos poner bajo el paraguas del efecto Pigmalión. Este «se refiere a la potencial influencia que ejerce la creencia de una persona en el rendimiento de otra. Supone, por tanto, algo importante de conocer y estudiar para los profesionales del ámbito educativo, laboral, social y familiar.»
El efecto Pigmalión puede ser de carácter positivo o negativo, en cuyo caso le podemos poner la etiqueta de efecto Golem, ya que produce que la autoestima del sujeto disminuya y que el aspecto sobre el que se actúa disminuya o incluso desaparezca.
Por consiguiente, si salimos del ámbito de la psicología, y tomamos un poco de perspectiva, podemos reflexionar sobre si algo se ha producido porque lo hemos creído previamente y de manera inconsciente hemos dados pasos para que eso ocurra. Si reflexionamos sobre muchos aspectos de nuestra vida, podremos ver que hay un montón de profecías autocumplidas en ella, sobre todo aquellas que vienen amparadas por servicios de Inteligencia Artificial. La IA, con su sesgo, crea un futuro basado en nuestros propios errores, pero dejando de lado lo personal y lo artificial, veamos que pasa en la política.
El efecto Pigmalión y los candidatos
El efecto Pigmalión en política es una de las principales causas de la generación de hiperliderazgos. Candidatos políticos que van más allá de los propios partidos, en los que los votantes ponen todas sus expectativas en ellos por una atribución de expectativas por encima de la realidad. Unas expectativas que hacen que esos candidatos ganen unas elecciones ganando todo el protagonismo. A todos nos suenan nombres como Donald Trump o Jair Bolsonaro.
La clave es como se llega a ese hiperliderazgo. Y en este caso el populismo tiene mucho protagonismo. La creación de una imagen proyectada del candidato, en positivo o negativo, puede ser capaz de alzar en el triunfo a un candidato o conducirlo a perder unas elecciones.
En el lado negativo la clave es el descrédito, que en el caso de ser falso quien adquiere todo el protagonismo es la desinformación, las fake news. ¿Cuántas veces vemos en una contienda política poner el ventilador en marcha y echar mierda (con perdón) al resto de candidatos con el objetivo de desacreditar? Más de las que nos gustaría, ¿verdad?
Estos candidatos aupados por el efecto Pigmalión se ven sostenidos por un conjunto de votantes que no milita en su partido, que no participa de su acción política, pero que necesitan a alguien a quien seguir y para ello tendrá que decirles lo que quieren escuchar.
¿Y en la política?
¿En política aplica el efecto Pigmalión? ¿La creencia, las expectativas de los votantes harán que las políticas desarrolladas por un determinado partido sean mejores? ¿Estas expectativas serán utilizadas por los partidos de la oposición para intentar desilusionar a los votantes?
Pues seguramente en algunos aspectos sí. A todos nos sonará que no se puedan publicar sondeos electorales los últimos cinco días antes de los comicios en España. Una restricción que viene de lejos, de hace 40 años en la que se ve el miedo que se pueda influir en la decisión de voto de los electores. Al menos esa es la justificación del porqué de dicha prohibición. En la práctica, sirve de bien poco. Ya nos hemos acostumbrado a seguir los sondeos publicados desde Andorra o las subastas de frutas y verduras.
Pero no solo los partidos políticos y sus candidatos se ven afectados por el efecto Pigmalión. Los países también pueden ser sujeto del mismo. Las percepciones de un país respecto de otro provoca reacciones por parte del segundo. Si un país ve a otro como una posible amenaza, seguramente este último también perciba como amenaza al primero, haciendo que actúe en consecuencia. Por ejemplo, la percepción de Estados Unidos sobre China y verla como un posible enemigo ha provocado reacciones por parte de China respecto de Estados Unidos, y al revés.