Libertad de expresión de las Redes Sociales
“Libertad de expresión” son palabras que llenan la boca, que ejercen de escudo ideológico ante cualquier crítica a un argumento, a una posición. Son palabras que sirven de refugio para justificar casi cualquier cosa que se diga.
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Nadie puede negar que la “libertad de expresión” tiene un gran valor en lo que a derechos civiles se refiere. Sin libertad de expresión no habría democracia. Todo sería uniforme, gris y fascista, muy fascista.
El derecho a expresar y difundir, buscar, recibir y compartir información e ideas sin miedo ni injerencias ilegítimas es esencial para nuestra educación, para desarrollarnos como personas, ayudar a muestras comunidades, acceder a la justicia y disfrutar de todos y cada uno de los derechos que aparecen en la Declaración Universal de los Humanos.
Amnistía Internacional
El problema está en encontrar los límites de esa libertad de expresión. Hay límites que si que están claros y definidos con legislación. Por ejemplo, hay muchos países en los que la revelación de secretos de empresa y militares, la incitación a la violencia o la propagación de mentiras está prohibida. Ahí, por lo tanto, tendríamos unos límites bien definidos.
Pero vayamos a un límite que se está definiendo, uno contra el que todos claman por moverlo en un sentido u otro.
La libertad de expresión de los políticos en Redes Sociales
Con la condena a Trump al ostracismo digital se materializó su desplataformización. Se eliminaron sus perfiles de las principales redes sociales, dejando al que había sido un “influencer” político de primer nivel sin su altavoz mediático.
La principal crítica hecha desde ciertos sectores políticos ha sido utilizar la libertad de expresión como argumento para decir que las Redes Sociales tienen demasiado poder, que callar en estos espacios a una opción política es antidemocrático, que lo que han hecho no ha sido limitar la difusión de fake news o la incitación al odio, sino precisamente censurar una ideología, un político.
Críticas de este tipo las encontramos cada vez que a un político se le boquea su cuenta en Twitter. En Estados Unidos o en España. Es igual el país en el que se produzcan.
Son muchas las voces que vienen diciendo que las grandes empresas de tecnología acumulan mucho poder. El control de la información les proporciona la capacidad de poder cambiar una sociedad. Desde facilitar la incubación y propagación de una idea a poder desterrarla del ámbito público si así lo consideran necesario. Todo el mundo discute sobre el verdadero poder de las Redes Sociales.
¿Quién censura a quién?
Parece que se juegue al ratón y al gato. Por un lado, en muchos países, Twitter está directamente censurado, prohibido. Aquí determinados gobiernos consideran que acceder a la red social no es adecuado para su ciudadanía.
Por otro lado, plataformas como Twitter también hacen un doble juego, y para evitar no tener visibilidad en determinados países, adapta sus normas de publicación a los límites establecidos para la libertad de expresión. El culebrón más reciente está pasando en la India.
Y no podemos olvidar de la propia censura que hacen los algoritmos de estas plataformas. La supervisión automática es un elemento al que no debemos quitarle la vista de encima.
Lo que queda claro es que con el aumento del nacionalismo digital, las plataformas se enfrentan a muchos gobiernos para ver quién es el que acaba imponiendo las normas que prohíben la publicación de determinados contenidos.
La libertad de expresión de Twitter
Dando una vuelta más de tuerca a la situación de quién se impone a quién en Estados Unidos un juez ha bloqueado la ley de Florida que pretende castigar a las Redes Sociales que bloquean o eliminan perfiles de políticos alegando:
La prohibición de “desplataformizar” políticos puede violar los derechos de libertad de expresión de las empresas.
CNet
Es un punto de vista interesante. La libertad de expresión de las Redes Sociales tiene prevalencia sobre la reclamada libertad de expresión de los políticos en Estados Unidos.