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Microsoft y el apagón global que me pilló de viaje

julio 24, 2024 CluPad
Microsoft y el apagón global que me pilló de viaje

La semana pasada me quedé atrapado en un aeropuerto, como otros miles de personas, debido a un apagón global de los sistemas de Microsoft. Hacía mucho que no viajaba en avión; era un viaje de ida y vuelta para hacer una formación. A la ida, por suerte, no tuve ningún problema, pero a la hora de volver, y al ver que iba a pasar unas cuantas horas en el aeropuerto de Gran Canaria, no pude dejar de pensar en la Ley de Murphy.

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Creo que la fecha del 19 de julio de 2024 se quedará en la mente de muchas personas como un recordatorio de lo lejos que hemos llegado, de la visión original de internet y de lo frágil que puede ser un sistema que lo sustenta todo. Internet, concebida como una red descentralizada donde, si un nodo fallaba, la información podía redirigirse a través de otros, ha evolucionado a una realidad muy distinta. Hemos construido ecosistemas cerrados que, aunque pueden interactuar con el resto del mundo, tienen el potencial de causar caídas internacionales con consecuencias imprevistas.

Mientras observaba a otras personas en situación similar a la mía (imaginen las colas interminables ante unos mostradores que hacían todo el proceso de embarque de forma manual, a personas intentando solventar su vuelo cancelado y a otros cientos paseando como zombis por el aeropuerto a la espera de alguna noticia de su vuelo retrasado), pensaba en cómo dependemos de un puñado de sistemas para nuestras actividades diarias. Imagina qué pasaría si hubiera un apagón global y fallara Google, los servidores de AWS de Amazon o, sencillamente, si nos quedáramos sin internet. La conectividad y la dependencia de determinados sistemas nos han llevado a una situación donde un solo punto de falla puede desencadenar un efecto dominó, paralizando servicios esenciales en todo el mundo.

En Error 404, Esther Paniagua aborda las múltiples formas en las que internet se está cayendo y cómo podría producirse un gran apagón de la red de redes; el caos que ello podría desatar y lo dependientes que somos de ella. Interesante lectura para un momento como ese.

Ya hace tres años el apagón global de Internet que sufrieron empresas como Amazon, Reddit, Paypal, HBO o Twitch o medios como el Nytimes.com, la CNN, Corriere, Financial Times, The Guardian, y gobiernos como la página web del Gobierno británico me hizo reflexionar sobre el tema. Lo que queda muy claro desde hace tiempo es que el cuasi monopolio que algunas empresas tienen en estos momentos les convierte en nodos que, si caen, arrastran consigo una parte significativa de internet.

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El apagón global reciente dejó en evidencia esta vulnerabilidad. Con sistemas médicos inactivos, bancos paralizados y servicios gubernamentales tambaleándose, quedó claro que nuestra infraestructura digital es tan frágil como un castillo de naipes. La red original fue diseñada para resistir un ataque nuclear, con múltiples rutas para la información. Sin embargo, hoy en día, la centralización y la creación de monopolios tecnológicos han socavado esta robustez.

Los ecosistemas cerrados, que se ven afianzados aún más por la balcanización de Internet, aunque eficientes, crean una falsa sensación de seguridad. Son como fortalezas que, una vez comprometidas, dejan a todos sus habitantes indefensos. Es imperativo reflexionar sobre esta dependencia y considerar el impacto de futuros fallos en sistemas críticos. La caída del software de CrowdStrike es solo un ejemplo de lo que podría suceder si una infraestructura aún más esencial, como la de Google o Amazon, fallara.

La desconexión temporal que experimentamos es una llamada de atención. Nos insta a reconsiderar cómo diseñamos y mantenemos nuestra infraestructura digital. Necesitamos un enfoque que recupere los principios de redundancia y distribución, asegurando que un fallo en una parte no provoque el colapso del todo. Es hora de reevaluar nuestra dependencia de gigantes tecnológicos y trabajar hacia un futuro donde la resiliencia esté en el corazón de nuestra conectividad global.

Bufff. Un apagón global y quedarnos sin Google, sin Netflix, sin correo electrónico, sin mapas, sin… tantas y tantas herramientas que utilizamos diariamente. Nos obligaría a reinventarnos completamente. El impacto económico sería brutal y seguramente entraríamos en una crisis sin precedentes. Internet es algo que tenemos tan asumido que ni siquiera pensamos en la posibilidad de no tener acceso. Imaginen, por lo tanto, también el impacto psicológico en la sociedad. Todas esas horas que pasamos delante de la pantalla cambiarían por completo nuestra percepción de la realidad.

No solo se trataría de la pérdida de entretenimiento o de herramientas de trabajo, sino de la interrupción de la vida cotidiana tal como la conocemosSin la red, muchas de las comodidades y eficiencias que damos por sentadas desaparecerían. Las comunicaciones se volverían más lentas, los negocios tendrían que adaptarse a métodos tradicionales y las personas tendrían que redescubrir formas de interactuar sin la mediación digital.

Es un escenario que nos recuerda la importancia de diversificar y robustecer nuestra infraestructura digital. No podemos permitir que nuestra dependencia de unos pocos sistemas nos haga vulnerables. La reciente interrupción es un llamado a la acción, un recordatorio de que debemos estar preparados para un futuro en el que la resiliencia y la adaptabilidad sean clave. ¿Has pensado sobre ello? Es hora de hacerlo y de tomar medidas para asegurar que nuestra sociedad pueda resistir y adaptarse a los desafíos tecnológicos del futuro.

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